Cerró la Fórmula 1 su fin de semana más comprometido con una carrera de estrategias y supervivencia, intensa y abierta, sin movimientos espectaculares, pero con brega hasta el final. Triunfó Sebastian Vettel para seguir incidiendo en la igualdad de un campeonato que enlaza cuatro ganadores y en otras tantas carreras. Nunca un curso se descorchó con semejante pelea y quinielas tan variadas, un viaje donde no podía faltar el mejor piloto de los últimos tiempos, que en el desierto ha vuelto a gritar victoria tras unos primeros capítulos del Mundial plagados de dudas.
El gran premio indeseado por más de medio Bahrein, la cita que ha sacado los colores al circo de los monoplazas, dejó al menos buen sabor en la pista, mientras desde muchas calles, las más pobres de la isla, se pedía hasta el último minuto la cancelación. Pero se apagó el semáforo y salieron todos desbocados, con Sebastian Vettel al mando de inicio, sin problemas el campeón, mientras por detrás el enjambre se reordenaba.
Dos viejos campeones, Alonso y Raikkonen, escalaron a dentelladas y con distintos argumentos mecánicos. El Ferrari del español se escurrió por el exterior de la primera curva, a derechas, y fue progresando con decisión y delicadeza, de la novena plaza a la quinta, un lugar imposible después de defender con su mediocre coche actual. El finlandés subió con mejores perspectivas, desde el undécimo lugar en parrilla. Necesitó menos de 15 vueltas para aparecer con su revivido Lotus Renault por posiciones de podio. Desde ahí, comenzó su ataque desaforado a Vettel.
Primero Kimi se quitó a su compañero de en medio, el francés Grosjean, y después comenzó a echar el aliento a las traseras del Red Bull del alemán, al que a punto estuvo de adelantar en la vuelta 36, poco antes de la tercera parada de los punteros. Fue un duelo estelar, defendiéndose uno con el propulsor Kers y otro activando el DRS para el asalto al castillo. Tras pasar ambos a por gomas duras, la pugna se desinfló, para alivio de Vettel.
Por detrás, Webber desistió en la intentona por la tercera plaza, bien atada por el sorprendente Grosjean, por primera vez en el cajón. Más abajo, lejos ya de la foto principal, Alonso se revolvía con rabia para intentar mejorar algo su plaza inicial. Tras un buen comienzo, su F2012 se vino abajo ante rivales con más fuerza, como Jenson Button o el Mercedes de Rosberg. En la recta de meta, el coche italiano volvía a exhibir sus problemas de velocidad punta. Y sin brío, las manos sirven de poco.
Se pasó el asturiano batallando media carrera por el octavo puesto con su propio compañero, Felipe Massa, y con Lewis Hamilton, que por culpa de unas paradas desastrosas de McLaren acabó en ese patio trasero. El McLaren, tras desembarazarse del brasileño, inició la persecución sobre Alonso, ambos ya con calzado duro. El español resistió y, además, aprovechó el pinchazo de Jenson Button para alcanzar la séptima plaza, el techo de su actual coche en una pista seca y rápida como la de Sakhir. Incluso pudo haber asaltado la sexta por los problemas mecánicos de Di Resta, pero le faltaron unos metros tras un apasionante sprint final con el escocés.
El ferrarista, eso sí, ha salvado el tipo en el arranque del Mundial con muchos más puntos rescatados de los que merece su monoplaza, a la espera de que realmente en la próxima carrera, en Montmeló en tres semanas, funcionen las novedades que va a introducir su escudería. Necesita ese salto urgente para seguir agarrado a un campeonato, que por fortuna para sus ilusiones, está completamente abierto.
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