viernes, 23 de enero de 2009

El Dakar vivido por un fanatico

(Ene '09)
Lo que con el paso de los años se ha convertido en una de las carreras más duras del mundo, podría no haber existido nunca si la suerte de su creador, el francés Thierry Sabine, hubiera sido otra cuando se perdió en el desierto en 1977. Sabine, un apasionado de la hípica, del automovilismo y de las competiciones de motor en general, se encontraba disputando su tercer rally Costa de Marfil - Costa Azul, con inicio en Abidjan y final en Niza, cuando en la etapa Dirku - Madama se perdió en el mítico desierto del Teneré.

Thierry Sabine estaba compitiendo con una Yamaha XT 500 y era cuarto, hasta que erró la ruta y se desvió hacia el este, a una zona arenosa con pequeñas montañas. El propio Sabine lo explicaba en su libro “París-Argel-Dakar”: “Me doy cuenta de que mi situación es incómoda, difícil. Dos días después no tengo ni brújula ni reloj, que se estropearon en una caída mientras trataba de hallar la ruta perdida. [...] Son ya dos días y dos noches perdido en el desierto, bajo un sol que comienza a hacerme perder la razón. La total ausencia de sombra es una sensación opresora, que engendra un sentimiento parecido al de la claustrofobia. Entonces decido alejarme de mi moto. En calcetines y succionando las piedras para provocarme saliva, comprendo que mi vida vale cada vez menos. Y es entonces cuando prometo que si salgo con vida de esta experiencia barreré cuanto de superficial contenga mi existencia”.

Y, milagrosamente, la organización encontró a Sabine. Bueno, el propio Sabine colaboró en el milagro: había hecho una cruz con piedras en el suelo, que sería la que el avión de Jean Michel Siné vio desde el aire y la que le salvaría la vida, no sin ello dejar una huella en el francés que ya nada podría borrar: “El desierto me marcó profundamente y desarrolló en mí un instinto y una sensibilidad muy particulares. Y, sobre todo, unos deseos insuperables de volver. Pero, desde luego, ¡Jamás volveré solo!”.

Menos de dos años después, en 1979, la primera edición del Dakar ya era una realidad, pero no serían demasiadas las ediciones que podría organizar Sabine en persona: un 14 de enero del 1986, un helicóptero de la organización, donde viajaba el creador y organizador de esa tremenda aventura, mientras supervisaba la carrera, se estrelló contra una duna de 30 metros de altura, estallando en mil pedazos y muriendo sus 5 ocupantes en el acto. Las cenizas de Sabine fueron esparcidas por el Teneré, donde un árbol con una placa conmemorativa en su base recordará por siempre la figura del creador del Dakar.

Thierry Sabine, para ayudarles a sobre llevar la dureza de la prueba, decía a los competidores antes de cada partida: "Os he organizado esta aventura, ahora no lloréis cuando estéis disfrutándola".

El trazado de la carrera ha cambiado a lo largo de los años, tanto en el inicio como en el final, a causa de diversos motivos. Hasta 1994 la carrera fue fiel a la ruta original, siendo Paris el inicio y Dakar el final. Aquel año, la carrera varió y a partir de entonces, el lugar de inicio se trasladó a distintas ciudades europeas como Granada, Marsella, Barcelona y Lisboa.

La ruta en el continente africano también se ha visto modificada en diversas ocasiones por problemas políticos, por acciones de guerrilla o guerras civiles. En el 2008, la competencia fue suspendida por completo a causa de las amenazas terroristas al paso del rally por Mauritania. A consecuencia del incidente, la organización decidió que la siguiente edición se disputaría en Sudamérica, pasando por sectores pertenecientes a la Argentina y Chile, comenzando y terminando en Buenos Aires.

Es aquí donde se inicia nuestra propia historia una vez proclamada Sudamérica como sede de la edición 2009 del Dakar. Inmediatamente iniciamos la planificación de un viaje de aventura para observar la carrera. Estudiamos la ruta y la primera opción fue viajar para pasar año nuevo en Buenos Aires y ver la partida, continuando luego etapa por etapa un día adelante de la competencia. Sin embargo, consideramos que iba a ser muy agotador porque había que ver la carrera de día y enlazar al siguiente punto de noche, siendo imposible hacerlo si lo que queríamos era organizar algo de tipo familiar.

Finalmente escogimos el mejor lugar para ver la competencia: Copiapó, puerta de entrada al Desierto de Atacama, desde donde podríamos ver tres etapas de desierto con paso de dunas -lo cual me pareció la esencia de la competencia-.

Hacer el enlace desde Arequipa hasta Copiapó en Chile, significa muchos kilómetros atravesando un paisaje de árido desierto. Felizmente, desde Iquique hasta Antofagasta uno viaja por la costanera. Pero, igualmente resulta un poco aburrido y tedioso el hacerlo de día. Por tal motivo, planificamos que los días anteriores y posteriores a la carrera, serían para visitar las ciudades de Iquique y Antofagasta para luego viajar ya caída la tarde e iniciada la noche. Pasamos también un día completo en el concurrido balneario de Bahía Inglesa, en la provincia de Caldera, en su hermosa playa de agua esmeralda. De esta forma todos tuvieron su cuota cubierta de viaje: algunas noches de hotel para las señoras; shopping en la zona franca para algunos compradores compulsivos; playa y piscina para los chicos y finalmente las dunas de Atacama para nosotros los ''sufridos choferes’’.

Convocamos vía e-mail a todos los entusiastas off roaders que nos siguen en cada viaje y aventura que organizamos. La respuesta de muchos fue: “no hago tantos kilómetros para sólo ver pasar la carrera a lo lejos y por sólo algunos segundos”. Claro, comparando con una competencia de autos local ni yo hubiera ido a verla. Pero es que esta carrera es la máxima expresión off road que puede existir y se llevaría a cabo en Sudamérica. Tengamos en cuenta de que a Copiapó llegaron 299 de los 500 equipos que partieron en Buenos Aires, así que si calculamos unos cuantos segundos por cada equipo tuvimos una larga jornada de espectáculo ¡y qué espectáculo! Vimos pasar desde el más experimentado piloto hasta el menos favorecido y todos nos deleitaron a su paso.

Otros off roaders pidieron informes detallados y luego se aventuraron solos porque les parecía ilógico pagarnos por sólo viajar por carretera. Es válida su apreciación, pero es nuestro trabajo, a eso nos dedicamos, a organizar viajes de aventura y así es el negocio del off road. Muchos no entienden que a veces el precio no está en el tiempo o el kilometraje de un viaje sino en la esencia del mismo, en lo que uno encontrará al viajar a determinado lugar en determinadas circunstancias.

Nos hubiera encantado que los otros que viajaron vivan la carrera como la vivimos nosotros, ya que después nos enteramos de que sólo vieron las partidas y llegadas. Nosotros organizamos este viaje con la seriedad que nos caracteriza, planificando y controlando hasta el mínimo detalle. Luego de haber obtenido datos certeros de fuentes confiables acerca de la ruta, hicimos contacto con las personas claves que estaban metidas en la organización de la competencia (queda claro que no lo íbamos a poner al descubierto antes de tiempo por razones lógicas). Agradezco las palabras de uno de nuestros acompañantes que me dijo ya a la vuelta: “hay que conocer el negocio para organizar algo así y estar donde estuvimos y es que realmente fuimos parte de la carrera”.

De Perú viajamos 16 entusiastas aventureros a bordo de cuatro camionetas 4x4: mi fiel Toyota Land Cruiser llevando a toda mi tribu; una Mitsubishi L200 de la familia de Paul Pereda; una Nissan Frontier de Luis Carpio Tirado y familia; y una Suzuki Vitara de Guillermo Postigo y Enrique Hidalgo “el tío Bart”, todas identificadas con la bandera peruana en el parabrisas y luciendo los logos de nuestros auspiciadores. En Iquique nos dieron alcance tres amigos bolivianos, Rolf Kuhni, Adolfo Koch y su hijo Nicolás, a bordo de dos camionetas, una Nissan Patrol y una Ford Explorer que se unieron a la caravana con sus colores patrios. Así, formamos una expedición de seis vehículos con los colores de ambos países, con gente muy aventurera, experimentada y dispuesta a vivir el Dakar bajo cualquier circunstancia que se presentase.

Fueron largas horas de trayecto y 4268 Kilómetros recorridos durante todo el viaje. Llegamos a Copiapó de noche, una ciudad pequeña que vestía por todos lados letreros de bienvenida a los competidores. La gente esperaba el Dakar con mucha expectativa, en los supermercados, en las tiendas, en las estaciones de servicio, todos los comentarios que se escuchaban eran en torno a la carrera, la misma que llegaba al día siguiente en la etapa La Serena-Copiapó.

Caída la noche ya nos cruzábamos con algunas camionetas de auxilio que venían llegando de La Serena para esperar a sus corredores. A lo lejos se veía en la entrada a la ciudad, el resplandor del vivac o bivouac o simplemente campamento del Dakar. Éste es una verdadera ciudad ambulante donde más de 2000 personas intentan descansar, comer, bañarse y reparar los vehículos y que se arma y desarma entre etapa y etapa de la competencia.

Debido a que la capacidad hotelera en Copiapó estaba cubierta, ya teníamos planificado acampar en las instalaciones del Raid de Atacama, lugar que utilizamos como nuestro campamento base los tres días de estadía en esta ciudad. El lugar está especialmente diseñado para camping y recibe cada año a más de 600 raidistas todo terreno durante el evento ‘’Raid de Atacama’’. Cuenta con todas las comodidades de un hotel en la modalidad de camping: baños limpios, duchas con agua caliente, iluminación, corriente eléctrica, seguridad … ¡que más pedir! Nos recibió esa noche el Pato Rios, amigo off roader y presidente del Club.

Lunes 12, 8:00 am, todos listos fuera de las carpas y con los motores prendidos. Teníamos que apurarnos para ver la llegada de la etapa 09 que venía de la Serena. El Pato tenía ya la ruta por donde pasaría la carrera y había que ingresar al desierto lo más rápido posible. Éramos en total 18 camionetas entre chilenos, argentinos, bolivianos y peruanos que acampábamos en el mismo lugar y que hicimos un gran equipo ese día.

Salimos por la carretera principal rumbo al Vivac y nos encontramos el primer obstáculo: carabineros (policía) no dejaba acceder a la zona porque ya era un poco tarde y estaban por llegar los competidores al punto de llegada. Por tal motivo hacían dar marcha atrás a todo vehículo que no pertenecía a la competencia. Vimos complicada la situación porque ya teníamos la ruta y solo necesitábamos pasar este control e ingresar a la zona de dunas. Así que con un poco de palabreo entre compatriotas, el Pato habló con el carabinero y éste dejó pasar a toda la caravana. ¿Qué le dijo el Pato? Que nos dirigíamos a hacer una visita a la Mina San Esteban. El oficial no se la creyó pues la fila de camionetas llenas de stickers demostraba nuestras verdaderas intenciones, pero se hizo el de la vista gorda y nos dejó pasar. ¡Uno nunca sabe dónde va a encontrar aficionados al off road!

Bordeamos el vivac y la zona de llegada por una pista secundaria. Bajamos la presión de las llantas a 10 libras y entramos hacia el mar de dunas. El conocimiento del desierto por parte del Pato fue impecable, las cruzaba sin GPS y parecía el patio trasero de su casa. Fueron casi tres horas de puro off road.

Llegamos a la zona de competencia media hora antes de que pasara la primera moto. Hasta ahí ya se veía la felicidad en los rostros de los que verían pasar a sus favoritos. Nos colocamos en la duna más alta del sector para esperar el paso del helicóptero de prensa, pues éste nos daría la ruta o el track exacto del paso de los vehículos. En pocos minutos y listos para almorzar algo, vimos que se aproximaba el helicóptero a vuelo rasante. Subimos rápidamente a las camionetas y descendimos hasta una quebrada que se encontraba a una distancia de un par de kilómetros. Estábamos casi en el sitio. No terminamos de estacionarnos cuando pasó la primera moto, Marc Coma en su KTM venía a full rompiendo las crestas de las dunas y marcando la huella por donde todos los demás competidores pasarían durante toda la tarde y parte de la noche. Ahí nos quedamos, armamos nuestras sombrillas, toldos y demás accesorios y la pasamos súper cómodos.

Fueron pasando las motos, una a una cortando el filo de las dunas. Algunos con mucho físico pasaban casi volando, pero otros ya exhaustos paraban a tomar algo de aire en las crestas mientras miraban el rumbo en sus GPS. Ya venían de 6 horas de competencia extrema. Otros ya sin fuerza en los brazos, perdían el control y rodaban o se caían cerca nuestro, por lo que corríamos para ayudarlos a levantar las motos y darles aliento. Otros paraban a preguntar por dónde estaba el camino más corto. Fue increíble ver esos rostros de agotamiento que a la vez entregaban en sus miradas ese espíritu de competencia. En esos momentos llegué a hablar español, inglés, italiano, ruso, francés y no sé qué idiomas más pero nos entendíamos por medio de señas y gestos.

Después del paso de unas 20 motos, a lo lejos resonaba a ritmo constante y sin soltar la aceleración, el primer motor. Se divisa un punto azul en el desierto. Era la primera camioneta, Carlos Sainz a bordo del Volksvawen Touareg 301 que venía con todo, volando encima de las dunas. Se acercaba muy rápido con un manejo fino y preciso deslizando la camioneta de lado y acomodándola para romper las crestas y formar la huella que seguirían todos. Parecía que lo que hacía era la cosa más sencilla del planeta, pero los que manejamos en dunas sabemos que no lo es. Aparece frente a nosotros con el motor a full, poniendo la camioneta de lado en plena bajada y frenando exacto en el siguiente paso a desnivel para evitar volar. El helicóptero aparece en ese instante a unos 50 metros de altura lleno de periodistas. En lo personal sentí un escalofrío especial en el cuerpo de ver pasar tan cerca a uno de los campeones mundiales de rally, llevando la camioneta de esa manera y cortando las dunas como ya quisiera uno hacerlo. ¡Fue espectacular verlo! Luego pasaron las BMW con un manejo muy limpio y preciso; el showman ‘’Robby Gordon’’ en el Hummer, lanzando afiches por las ventanas, haciendo gala de manejo y dominio de la situación y sacando una ráfaga de arena en cada acelerada que daba (algo únicamente visto en las motos). Las Nissan pick up, las Toyota Land Cruiser, los Buggies, todos pasaban a full contra el tiempo.

Nani Roma en el Mitsubishi Lancer, paró unos instantes donde estábamos para revisar el rumbo de su GPS, súper concentrado con una mirada puesta en el horizonte, abrió las puertas de gaviota del Lancer para posar junto al grupo por unos cinco segundos. Estábamos viviendo la carrera en las venas, la gente gritaba de emoción, guiaba en la ruta a los pilotos en el paso de las dunas, sobre todo a los menos experimentados que paraban a preguntar por donde habían pasado los anteriores. Todos teníamos una sonrisa en los rostros por estar viviendo y sintiendo con ellos la carrera.

Caída la tarde, llegaba a la zona el primer camión Kamaz, del equipo ruso, del team Read Bull. Pensamos que iba a hacer otro trazo porque esa pasada de dunas era bastante complicada. A un paso cabalgante, apareció cortando los filos de las dunas y se venía más rápido que algunas de las camionetas. ¡Todos salimos corriendo! Pasó a full y trepó sin problema una cuesta que a muchas camionetas y motos les costó coronar. En adelante siguieron viniendo más motos, las cuatris, más camionetas y más camiones.

Vimos pasar alrededor de 200 vehículos hasta las 8:00 de la noche cuando decidimos iniciar el retorno. Sólo quedábamos en la zona nosotros seis. El pato se fue después del paso de las primeras camionetas a ver la llegada con el grupo de amigos chilenos, así que seguimos el track de entrada hasta salir del mar de dunas.

En el trayecto de salida encontramos y ayudamos a algunos entusiastas observadores que quedaron atollados o que por la oscuridad de la noche no sabían por donde salir. Era parte de la aventura que vivíamos, estábamos en medio del desierto y todos entramos hasta allí de alguna u otra forma porque queríamos ver la carrera desde cerca. Nuestro espíritu de aventura no nos permitía dejar gente que hacía lo mismo que nosotros, varada en el desierto, así que a trabajar en lo que sabíamos y finalmente salimos todos casi a las 12:00 de la noche.

Llegamos a Copiapó como a la 1:00 a buscar un lugar para comer algo y nos encontramos en el grifo Copec con Gabriel Peschiera, el único peruano que participaba en una Toyota FJ Cruiser, se emocionó muchisimo al vernos, lamentablemente volco en las dunas. Luego llegó el Hummer a echar combustible de 98 octanos. Casi dos horas después llegamos a nuestro campamento base. Esa noche corrió un fuerte viento frío que azotó las carpas y que no dejó dormir continuadamente. La idea era salir muy temprano para entrar nuevamente al mar de dunas a ver la carrera, pero la jornada anterior y el clima nos dejaron durmiendo hasta las 9:00 de la mañana. Cuando despertamos sólo quedábamos nosotros seis, todos los demás habían salido temprano siguiendo al Pato. Esta etapa tenía como partida y llegada Copiapó. Los competidores tendrían que recorrer una ruta de 400 kilómetros en el Desierto de Atacama.

Pasamos entonces a nuestro plan B, porque no íbamos a quedarnos viendo la llegada detrás de una cerca a trescientos metros, era imposible después de lo vivido el día anterior. Rápidamente ubiqué a nuestro otro contacto, Danny, que formaba parte de la organización del Dakar y que se conocía todo el desierto de memoria. Me dio algunas indicaciones de por dónde pasaría la competencia. Abrimos la Lap Top y registramos la zona en el Google Earth; nos indicó algunas zonas peligrosas y nos dio el dato de algunos pasos de duna importantes que registramos en el GPS. También nos dijo dónde estaban ubicados los carabineros y los vehículos de seguridad del rally para no cruzarnos. Salimos rumbo al desierto como a las 12:00 del medio día, igual que la jornada anterior, a buscar la zona de paso y luego a la caza del helicóptero.

Pasamos por la zona de partida denominada la Pampa. Allí estaban dando largada a las últimas camionetas. Las motos y todas las demás camionetas ya estaban en carrera desde las 7:00 de la mañana, así que había que apurarse. Vimos partir a las últimas 20 camionetas y salimos volando al desierto. Ya no dio tiempo para ver partir a los camiones, era ver uno o lo otro y lo otro prometía bastante este día.

Llevar nuestras camionetas llenas de stickers nos favoreció muchísimo para el paso de los controles policiales. Al salir de la partida, en la carretera que lleva hacia el desierto, encontramos un bloqueo inevitable de carabineros. Al aproximarme, hice un cambio de luces mientras me acercaba apresurado y sin bajar la velocidad, simplemente nos levantó la barrera y nos dio el paso sin ningún problema. La indicación por radio fue “pasen rápido y todos juntos”. Ese camino llevaba a todas las camionetas de auxilio hasta el lugar de abastecimiento de combustible, cerca de la mina San Esteban. No hubiera sido necesario dar explicaciones ni contarle algún cuento al carabinero, porque nos habíamos averiguado hasta el nombre del Jefe de Seguridad de la mina para jugar todas las cartas en caso nos bloqueasen el paso.

Así, estábamos ya por entrar a las dunas por la puerta trasera. Era la 1:00 de la tarde y teníamos que entrar rápido al desierto ya que se calculaba que la primera moto pasaría alrededor de las 3:00. Cruzamos hacia las coordenadas que teníamos y a lo lejos divisamos una camioneta de organización que intentaba pasar un sector complicado. Me acerqué solo como para tantear la situación y me di cuenta de que era la camioneta de TV de organización del rally, dos franceses a bordo de una Land Cruiser equipada como para caminos de trocha, con llantas convencionales y que intentaban pasar un sector de dunas bastante altas con 30 libras de presión. Les pregunté por el recorrido y me confirmaron que efectivamente estábamos en la zona de carrera pero que la ruta ideal era por detrás de esa duna, a 300 metros, “el egg” le llamaban ellos a la formación de arena que teníamos adelante. Le dije que le bajara la presión y me dijo que esa camioneta debería subir así, que en África nunca tuvieron que bajar las llantas para hacer el recorrido del Dakar. Le pregunté si interferíamos en su trabajo si nos quedábamos cerca y me dijo que no, así que llamé a todo el grupo por radio y fuimos pasando la duna sin mayor dificultad con 10 libras de presión. Después de unos 15 o 20 minutos finalmente el francés consiguió subir la camioneta de prensa con esa presión de llantas. Tenía blocajes de diferencial adelante y atrás, hizo un arado en toda la duna, se bajó medio tanque de combustible, pero pasó igual que en África.

Lo importante es que estábamos nuevamente en el trayecto de la competencia, así que lo logramos por segundo día. Nos estacionamos en un lugar seguro y esperamos impacientes la llegada de las motos y camionetas. Era una zona muy trabada de varias filas de dunas muy altas. Las primeras motos que pasaron marcaron la huella, en esta oportunidad el que vino primero fue Cyril Despress en su KTM, acompañado del helicóptero al cual ya no tuvimos que buscar y así empezaron a dar el espectáculo una a una hasta que llegaron las camionetas.

Carlos Sainz a la cabeza, nuevamente me escarapeló el cuerpo pasando la Touareg a un par de metros de distancia, con el motor a full y rompiendo las crestas en línea recta sin saber lo que se encontraría detrás. Sencillamente avanzaba y avanzaba sin descanso duna tras duna haciendo el trazado del track que luego tenían que seguir todos.

A los pocos minutos una moto queda atollada y a lo lejos ya veíamos venir la otra Touareg de Giniel De Villers siguiendo la huella de Sainz. Al pasar la primera duna, muy cortada, se encuentra con la moto en la olla y gira violentamente para evitar impactar al motociclista quedando atrapado en la arena. Piloto y copiloto bajaron del vehículo y nos hicieron una seña de que vayamos. Estábamos en la duna de enfrente viendo todo el espectáculo y sin pensarlo dos veces corrimos a prestar ayuda; había que limpiar la parte trasera de la camioneta para que libere la compuerta y se pueda sacar las planchas de arena y poder activar las gatas hidráulicas que llevan a bordo.

Mientras ayudábamos, tomábamos fotos y gozábamos con la tecnología que llevaba dentro esta camioneta. A los pocos instantes aparece el helicóptero de prensa y baja hasta casi unos 30 metros, todos congelados por la imagen, mostrábamos una pequeña bandera peruana que teníamos y saludábamos al helicóptero. Luego veríamos las imágenes con gran satisfacción en Fox Sports. Seguimos trabajando arduamente mientras nos pasaban por los lados más motos y camionetas a toda velocidad. Fue impresionante cómo todos ayudaron, es más, creo que nunca he sacado de mi camioneta tanta arena y tan rápido en una competencia como lo hice para liberar a ésta.

Finalmente sacamos la camioneta después de unos 10 minutos de ardua labor. Las gatas hidráulicas dieron el show de tecnología. De Villers se sube rápidamente a la camioneta y se empieza a ajustar el cinturón de seguridad, mientras tanto ayudo al copiloto, al alemán Dirk Von Zitzewitz a guardar las planchas de arena en el compartimiento trasero y cuando le alcanzo la eslinga para meterla a la camioneta me dice ‘’Take It’’ y levanta el pulgar derecho en señal de agradecimiento; se sube rápidamente partiendo en el preciso instante en que la Mitsubishi de Nani Roma aparecía a full cortando la duna de lado. Desde ahí largaron juntos ofreciendo un espectáculo final ganándose los pasos punta a punta hasta que desaparecieron en el horizonte.

Todos los que estuvimos presentes en ese rescate hemos sentido que colaboramos en algo con el triunfo de De Villers. Hemos vivido con ellos la carrera. Su compañero de equipo, Miller, nunca pudo acceder hasta el lugar para jalarlo y ellos solos en esa duna y trabajando bajo ese sol abrasador del desierto de Atacama, hubieran demorado una media hora como mínimo para sacar la camioneta. Fue una experiencia inolvidable para todos los que estuvimos y de alguna forma el Perú estuvo presente en el Dakar 2009.

Después de la emoción del momento, seguimos viendo la carrera toda la tarde. A cada instante aparecía una moto o una camioneta e igual que el día anterior, algunos paraban a preguntar por el recorrido. Escuchamos por el VHF del equipo de prensa que a los camiones les habían recortaron la etapa por motivos de que no pudieron completar la primera parte del mar de dunas por la dificultad del terreno, así que los enlazaron por la carretera hasta la llegada. No pudimos verlos en acción esta vez.

Otro que nos hizo el espectáculo fue Robby Gordon en el Hummer, quien pasó de lado la cresta de la duna levantando una rueda un par de metros por el aire, deslizándose luego de lado y corrigiendo el Hummer a pura aceleración. Fue increíble ver ese recorrido de suspensión trabajando al límite y como un motor potente le hace frente a cualquier dificultad de la ruta. Pasó tan cerca nuestro que sentimos el calor del escape en las rodillas.

Ya sin el paso de los camiones por esa zona y caída la tarde, decidimos salir del desierto para aprovechar de tomar unas fotos en el Vivac. Bajamos por la carretera mezclados con los últimos vehículos de competencia y de asistencia que terminaban su enlace desde la llegada hasta el Vivac. Pensamos estacionarnos cerca a la puerta de ingreso para tomar algunas fotografías desde la reja que impedía el acceso al público, pero cuando me aproximo hacia la puerta, el personal de seguridad me hace señas de que siga, confundiéndome con un vehículo más de asistencia y me deja entrar. No podía creer que estaba dentro del Vivac y en mi camioneta. Como veníamos en caravana, pasamos todos. Nos favoreció nuevamente el llevar las camionetas llenas de publicidad.

Recorrimos todo el Vivac, de punta a punta, sacamos fotos a todos los equipos. Éramos los únicos que nos deleitábamos con eso porque todos los demás trabajaban sin descanso en lo suyo. Fue un regalo ver los secretos de Mitsubishi, Volkswagen, Toyota y Hummer. Y es que detrás del show de la competencia, los mecánicos trabajan de noche, viajan de día y duermen cuando pueden.

Los equipos que hayan tenido problemas durante el tramo anterior llegarán tarde al parque cerrado y lo pagarán caro: habrá menos tiempo para dormir y para hacer las reparaciones. Así transcurren los 15 días del Dakar para los cientos de mecánicos que se la pasan debajo de los vehículos; allí, donde no pega el sol ni llega el zoom de las cámaras. Pero disfrutan de su actividad y lo hacen con pasión.

El día de un mecánico va contra reloj. Después de la largada, generalmente entre las 6:00 y las 7:00 de la mañana, se ocupan de desarmar el campamento y armar el camión. A eso de las 10:00, parten hacia el próximo punto, por la ruta de asistencia designada previamente por la organización. Cuando llegan al próximo campamento, donde luego lo hacen los pilotos, ubican él o los camiones (dependiendo de la dimensión del equipo) y arman nuevamente las carpas, despliegan sus herramientas, aprovechan para dormir un poco y ruegan que su piloto haya estado inspirado.

Así se nos pasó la hora hasta la media noche y es que ahí terminaba toda esta aventura para nosotros porque las condiciones meteorológicas anunciadas para el día siguiente, con altas posibilidades de neblina hasta el final de la mañana, no permitirían respetar los horarios previstos para la jornada del Dakar. Por tal motivo se anuló la etapa 11 y se convirtió en una etapa de enlace que llevaría a los pilotos y asistencias desde muy temprano hacia la Argentina. Nosotros iniciamos el retorno por etapas, gozando de la playa y recordando cada momento que vivimos. Para los corredores, aquellos que llegaron a Buenos Aires habrán terminado la aventura off road más impresionante de Sudamérica. Y todos seguirán siendo primeros para siempre por haber terminado esta dura competencia.

El Dakar Argentina Chile 2009 ya se reconoce entre los competidores y la propia organización, como una edición más dura que la mayoría de las realizadas en África. Es que el terreno elegido ha sorprendido a más de uno, pero como dijo el Director general de la carrera Étienne Lavigne: “el Dakar es una carrera de África y sus raíces están allí”. Así que queramos o no, éste regresará en algún momento a tierras africanas.

Por lo pronto, nosotros ya vivimos el Dakar como espectadores y lo que hemos vivido en estas dos etapas jamás será olvidado por los que estuvimos. Pero nadie sabe qué valor tienen los sueños. Hace años soñé estar como observador en esta carrera y se me cumplió en Sudamérica. Ahora mi sueño es vivirlo desde adentro formando parte de la competencia. Ojalá sea pronto.

Hasta la próxima
Cortesia de nuestros amigos de Arequipa:

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