jueves, 12 de enero de 2012

Iquique, de noche

Dibos y Medina llegando a Iquique
La leyenda de Iquique se construye en torno a un vertiginoso descenso con un desnivel medio del 32% sobre 2 kilómetros de arena. Al llegar a la cumbre de esta gigantesca duna, los pilotos contemplaban boquiabiertos las vistas sobre el Pacífico. Ponían entonces rumbo al vivac y lo hacían a gran velocidad: los motoristas más avezados alcanzaron una velocidad de 150 km/h, mientras que Robby Gordon rozó los 190 k/h.
Nada que ver con quienes llegaban entrada la noche. En principio, quienes llegan con mucho retraso han vivido, por definición, una jornada más agotadora.
Tal fue el caso de Juan Dibós, que enfiló el descenso con un coche bastante deteriorado a causa de un vuelco y con un copiloto con el hombro lesionado: “las sensaciones eran más bien buenas, pero he abordado el descenso muy lentamente, a 40 km/h”.
Su compatriota peruano Jesús López, que finalizó la prueba un poco antes que él, confesaba haber sentido miedo tras coronar la duna: “No te puedes ni imaginar lo que viene después, es como saltar al vacío”.
Michel Saumet, cuya función de asistencia rápida incita a la prudencia, comparte la opinión: “Por la noche da auténtico pavor. Yo he bajado a 15km/h”. Pero en el Dakar hay temperamentos para todos los gustos. “Ha sido fácil, hemos tirado todo recto sin frenar”, cuentan Claudio Hidalgo y Sebastián Palma.

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